viernes, 2 de abril de 2010

Libro del Pr. John Osteen: Creyendo en Dios por sus Seres Queridos.

Creyendo en Dios por Sus Seres Queridos
Por John Osteen

Los sacó fuera y dijo: Señores, ¿qué debo hacer para salvarme? Ellos le dijeron: Cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y tu casa (Hechos 16:30,31).
¿Tiene usted hijos, hijas, madres, padres, tías y tíos, abuelitos, abuelitas, un cónyuge—alguien en su familia que necesita ser salvo? ¡Seguramente o no estaría leyendo este libro!
¿Sabía usted que porque usted es salvo, la salvación también es disponible para su familia? La Biblia dice: Cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y tu casa.
Nosotros podemos creer que Dios tocará a nuestros parientes y que los traerá al Reino de Dios. No podemos quedarnos sentados con las manos cruzadas y dejar que nuestros parientes que se encuentran en ciudades y estados distantes y a través del mundo, permanezcan inmunes a nuestra preocupación por ellos. Nosotros tal vez seamos la única luz que ellos lleguen a tener. Y tenemos que alumbrar.. .tenemos que alcanzarlos.
Tal vez sus parientes se encuentren en la oscuridad del pecado. Muchos han sido conquistados por los poderes del mal, errando por los caminos y sendas de la vida. Parecería que nunca volverán a casa, pero quiero que sepa que hay esperanza para ellos porque USTED ES LA LLAVE. Usted es la llave para su salvación.
Usted tiene una responsabilidad por ellos y Dios lo usará si está dispuesto a renunciarse asimismo y derramar su vida por ellos. Un día se regocijará porque vendrán a Dios.
Yo tenía un pariente que se encontraba profundamente en el pecado—alejado de Dios, alejado de las cosas de Dios. Por años proseguí sin hacer nada al respecto. Mas un día mientras estaba orando, el Señor me alertó y dijo: "Mas te vale que hagas algo acerca de esa situación."
Empecé a alcanzarlo en amor. Empecé a orar: "Satanás, levanta tus manos de mi ser querido. Te ato, Satanás. Les ordeno, demonios, que se alejen de él en el Nombre de Jesús. Lo rodeo con el amor y la misericordia de Dios, dondequiera que se encuentre."
Oraba de esta forma a pesar de que esta persona se encontraba a cientos y cientos de millas alejada de mí.
Entienda que no existe la distancia en el mundo espiritual.
Es como si estuviéramos allí mismo.
Diariamente oraría por ese ser querido. Diría, como si esa persona estuviera parada al lado mío: "Satanás, te ordeno que levantes tus manos de él. Poderes demoníacos, los reprendo. Les ordeno que dejen su vida. Quiebro vuestro poder sobre su mente en el Nombre de Jesús.
Lo llamo al Reino de Dios. Lo rodeo con amor y misericordia."
Hice esto cada día. Y creí que Satanás lo estaba dejando, porque lo tiene que hacer. La Biblia dice: En mi nombre arrojarán los demonios (Marcos 16:17). El poder de Dios en el Nombre de Jesús arroja al poder del diablo. Por fe, veía que lo rodeaba la luz, la gracia y la misericordia. Ahora bien, esto ocurrió, no importa si yo lo vi en lo natural o no, porque Dios dijo que tenemos el poder de librar a otros del poder del enemigo.
En resumen, esta persona empezó a tomar interés en las cosas de Dios. ¡Ahora, este pariente mío ha venido al Señor Jesucristo—en total sumisión a Su voluntad— es salvo y va en camino al cielo! ¡La Palabra de Dios funciona! ¡No tenemos que dejar a nuestros familiares en la oscuridad!
Pero la urgencia que tengo en mi corazón es ésta: No se deje llevar por sus propios pensamientos. No diga: "Bueno, de todas maneras no están tan cercanos a mí. Se trata de un primo lejano, una tía o un tío."
Tome seriedad—preocúpese. ¡Y no se de por vencido!
Recuerde, usted tiene a su disposición el Nombre que está sobre todo nombre (vea Filipenses 2:9-11).
Decídase y diga: "No voy a permitir que mi hijo, mi hija, mi madre o padre, o cualquiera de mis parientes se vayan al infierno. Voy a extenderles mi ayuda—me voy a encontrar con ellos en el cielo."
Usted puede ser la llave para que sus seres queridos lleguen al cielo. Haga todo lo que sepa hacer—escriba esa carta, haga esa llamada telefónica, comience a orar, ore por ellos en el Espíritu Santo, reprenda al diablo, y Dios lo llevará a la victoria.
La maldición de la Ley
Deuteronomio 28 nos muestra la maldición de la Ley y la bendición de la Ley. Parte de la maldición tiene que ver con nuestros hijos. Tus hijos y tus hijas serán entregados a pueblos extranjeros; tus ojos se consumirán mirando cada día hacia el lugar de su destierro, pero tus manos nada podrán hacer (versículo 32).
Este versículo está hablando acerca de nuestro círculo familiar. Dice hijos e hijas, pero podría con igual facilidad decir tías, tíos, madres y padres.
La maldición es ver a sus hijos e hijas—los miembros de su familia—caer en las manos del enemigo.
¿Quién es nuestro enemigo? La Biblia dice: Vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente da vueltas y busca a quien devorar (1 Pedro 5:8). Que tragedia caminar bajo la maldición de la Ley y ver a los miembros de su familia en las manos de Satanás, ciegos y siendo arrastrados a un infierno diabólico—y no tener fuerza en las manos, no tener poder en las manos para ayudarles. Usted los ve esclavos de la droga, bajo la influencia del alcohol, con hogares quebrantados, sumergidos en la inmoralidad, atormentados en sus mentes, y no hay nada que pueda hacer para ayudarles.
Esa es la maldición de la Ley.
Pero yo tengo buenas nuevas para usted. Gálatas 3:13,14 dice: Cristo nos redimió de la maldición de la Ley, haciéndose maldición por nosotros...para que la bendición de Abraham hecha en Cristo Jesús se extendiese a [nosotros].
Las bendiciones están enumeradas en los primeros 14 versículos de Deuteronomio 28. Si usted pertenece a Jesús, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas las bendiciones que van a continuación, por haber escuchado la voz de Jehová, tu Dios. Serás bendito en la ciudad y bendito en el campo. Bendito será el fruto de tus entrañas. . . (Versículos 2-4). Dios se preocupa por nuestras familias. Todos nuestros parientes pueden ser salvados, librados y bendecidos. Tenemos que extender nuestra ayuda a aquellos necesitados dentro del círculo de nuestra familia.
No diga tan solo: "Bueno, alguien ya se ocupará de ellos." No. Decídase que es usted el que puede hacer algo acerca de eso.
Es una cosa terrible ser perdido. Que cosa horrible morir sin Jesús—morir sin Dios. El infierno existe. Jesús es el único camino al cielo. Dios nos dijo la verdad en la Biblia. ¡Oh, Dios mío, tenemos que dar nuestro testimonio a nuestras madres y padres, nuestros hermanos y hermanas!
Tenemos que amarlos compasivamente y urgirles que se salven y que no se pierdan. Oh, la hora es tan avanzada, mis amigos. Tenemos que decidimos que nuestras familias serán salvas—que vamos a ganarlas.
No necesitamos que se unan a una cierta iglesia. Deberían ir a la iglesia, pero deberían unirse a Jesús y dejar que El entre en sus vidas.
La experiencia de mi salvación.
Recuerdo cuando fui primeramente salvado. Mi hermano había sido salvado y se inició en el ministerio metodista. Tuvo una conversión dramática que lo llenó con un gran entusiasmo para el Señor. Daba su testimonio por todas partes, a toda persona. A través de él, desperté al hecho de que había un Dios y que Jesús era el Salvador. Pero era tan joven que no dejó una huella muy profunda en mí. Más tarde, él se fue para proseguir con sus estudios y se quedó alejado por años mientras nuestra familia permaneció donde estaba.
Ningún miembro de nuestra familia asistía la iglesia con regularidad. De vez en cuando iríamos a algún tipo de reunión. Recuerdo una reunión de avivamiento a la cual me llevó mi madre—tenía que haber sido una reunión del Espíritu Santo porque el predicador casi me asusta de muerte. La reunión tomó lugar en una gran tienda de campaña y nunca me olvidaré el mensaje del predicador. Alguien había matado a alguien, lo había atado a un bloque de cemento y tirado al río. Pero de alguna manera el cuerpo se había desligado, había flotado a la superficie y fue encontrado. Este predicador gritó: "¡Estén seguros que sus pecados los encontrarán," y mi cabello se me puso de punta! Me acuerdo de esto como si hubiera ocurrido ayer.
Luego recuerdo yendo a la iglesia, parado al lado de mi madre, cantando: "Esta es mi historia, esta es mi canción—alabando todo el día a mi Salvador." Sé que fui a la escuela dominical una o dos veces, pero fuera de eso no fui expuesto a mucha influencia espiritual.
Pero le agradezco a Dios por un joven llamado Sam Martín, quien comenzó a darme su testimonio. Yo no era ni uno de sus parientes, pero el comenzó a hablarme de Jesús. Plantó una semilla acerca de Dios en mi corazón.
No me habló acerca de la iglesia, la Biblia, o el Espíritu Santo. Me dijo como ser salvo. No discutió doctrinas conmigo. No estaba avergonzado del Señor Jesucristo.
En la escuela secundaria, cuando teníamos que escribir reportes de nuestra elección, él daba un reporte sobre Jesús. Se pararía lleno de valor por el Señor Jesucristo. Y siempre me decía: "John, deberías ser salvo." Yo me avergonzaba que lo conocía. Cruzaría la calle para no caminar cerca de él, porque él era tan extravagante cuando hablaba de Jesús.
Recuerdo una vez cuando volvía de un club nocturno en Ft. Worth, Texas, perdido y deshecho sin Dios.
Tenía deseo de tener a Dios pero temía entregarle mi vida. Pero Dios comenzó a despertar mi corazón. El Padre comenzó a atraerme. Jesús dijo: "Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo trae" (vea Juan 6:44). Yo sabía que necesitaba a Dios, pero le tenía miedo. Tenía miedo de entregarme al Señor.
Llegué a casa a las dos de la mañana y busqué una Biblia. Miré por todas partes pero no podía encontrar una. Finalmente, encontré la Biblia familiar—un gran libro que asimismo tenía inscritos todos los datos familiares.
Me senté a la mesa del comedor a esas tempranas horas de la mañana, como un joven perdido, buscando al Señor, tratando de encontrar paz en mi corazón— temeroso de Dios. Y leí, y leí, y leí, y sabe que, no podía entender ni una palabra que leía. La Biblia dice: Pero el hombre psíquico no acepta las cosas del Espíritu de Dios; son locura para él y no puede entenderlas, ya que hay que juzgarlas espiritualmente (1 Corintios 2:14).
Así es que cerré la Biblia—nunca me olvidaré de esto...me es tan real como si hubiera ocurrido ayer—y fui a la puerta para salir afuera. Y en el momento en que mi mano tocó la puerta—algo, o mejor dicho "Alguien" me dijo: "Vuelve y abre la Biblia." Gracias a Dios que tuve bastante sentido para hacerlo. Volví a la mesa donde estaba la Biblia y la abrí al azar. Quedó abierta mostrando un gran y hermoso cuadro de Jesús, parado en una puerta y golpeando. Y debajo decía: He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno—bien, eso me incluía a mí—oye mi voz y me abre, entraré en su casa
(Apocalipsis 3:20). Miré a ese cuadro y pensé: He aquí que estoy a la puerta y llamo. Bien, esto debe significar la puerta de mi corazón—que Dios está tratando de llamar a mi corazón.
Tomé entonces una colcha y me fui afuera a acostarme sobre el pasto. Miré hacia arriba a las estrellas en sus marchas majestuosas por los cielos y pensé: Oh, Dios, ¿qué haré cuando muera? ¿Qué me sucederá cuando envejezca y entre a la eternidad?
Allí, acostado sobre el pasto esa noche pensé sobre Dios—y pensé sobre Sam Martin. Me acordé que él me hablaba de Dios.
Así que, el próximo día lo llamé por teléfono y le dije: "Sam, algo muy extraño me ocurrió la noche pasada cuando regresé de un club nocturno." Y le conté del cuadro, y de las estrellas y de mis pensamientos sobre Dios. "¿Que me sucede?" "Pero, John," me contestó Sam, "estás bajo la convicción del pecado." Pensé: Dios mío, ¿que es esto?
No sabía lo que significaban ninguno de estos términos religiosos.
"Sam," le dije, "quiero ir a la iglesia contigo." Yo le había prometido de ir con él a la iglesia pero siempre me echaba atrás. Así es que, nos pusimos de acuerdo para un cierto día y hora.
Quiero que sepan que ese domingo por la mañana llegué a la iglesia antes que él. ¡Nunca me olvidaré—vi a su camioneta dar la vuelta de la esquina, buscándome con la mirada como un águila a un gorrión! Entramos a la iglesia y nos sentamos. No me acuerdo lo que el ministro predicó. No me importó—lo que quería era llegar a caminar al altar.
Cuando llegó el momento de la invitación, me pareció como si el diablo me haya clavado los zapatos al suelo—no podía moverme. No podía hacer nada. Finalmente, Sam puso su brazo alrededor mío y dijo: "John, iré contigo si te decides a ir."
Nunca me olvidaré esa caminata. Oh, yo no sabía mucho acerca de este gran Padre Celestial, pero sí sabía que mi corazón estaba vacío y el mundo no me podía satisfacer. Así que, me levanté, miré a Sam, y me encaminé por el pasillo hacia el frente de la iglesia. El predicador tomó mi mano y dijo: "¿Tomas a Jesús como tu Señor?"
Yo dije: "No sé—yo soy una persona mala. Yo soy un pecador."
El sonrió y dijo: "No te pregunté eso— ¿quieres recibir a Jesús como tu Señor y Salvador?"
Nunca me olvidaré lo que dije a continuación. "Absolutamente."
Cuando dije eso, pasé de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida. ¡Qué glorioso día fue ése!
Estaba tan emocionado de haber sido salvado, de conocer a Jesús.
Camino a casa pasé por una gasolinera, fui al baño y me arrodillé allí mismo y oré. ¡Qué cosa increíble!
No obtuve el bautismo en el Espíritu Santo hasta 19 años después, pero obtuve la salvación y me convertí en un predicador del Evangelio.
¡De hecho, tres semanas después que fui salvado ya estaba predicando! Seis semanas después de ser salvado, estaba predicando tres veces a la semana. Dirá usted: "¿Dónde estaba predicando? ¿Quién lo invitaba?"
Nadie me invitaba. Yo iba.
Fui a las cárceles y por las calles. Fui a los hogares para la gente anciana—en esa época los llamaban granjas pobres. Y fui a las casas de las misiones. Dios puso en mi corazón que El me había llamado a predicar. No lo podía creer al principio. ¡Ser salvo en si ya era glorioso, pero me fue difícil comprender que El me había llamado para predicar!
Mi primer converso
Toda mi familia solía ir a los clubes nocturnos. No se preocupaban por Dios. Por lo general yo iba con ellos, pero ahora que era salvo, no iba más.
Los días pasaban y yo no salía con ellos. Una vez, después de la cena y de que los platos hayan sido lavados, fui a recoger esa enorme y vieja Biblia—la única que tenía—y la puse sobre la mesa para leerla. No entendía mucho por ese entonces, pero comenzaba a entender un poquito. Mi familia me dejaba sólo como si hubiese un fantasma en la casa.
Pero una noche, mi hermana Mary me vio sentado en mi lugar usual a la mesa. Se estaba preparando para salir con el resto de la familia a un club nocturno, pero antes de salir se me acercó y se paró a mi lado. Quedó allí parada por un momento y luego dijo: "John, ¿por qué te quedas aquí y no sales más con nosotros? ¿Por qué te quedas en casa y lees la Biblia? ¿Por qué lo estas haciendo?
Me figuré que ya era tiempo que dijera algo, porque hasta ese momento no le había dicho a nadie nada.
Sabían solo que dejé de hacer las cosas que solía hacer y que comencé a leer la Biblia. Así que, la miré y cautelosamente le dije: "Mary, dejé que Jesús entre en mi corazón. El se convirtió en mi Señor y Salvador y terminé de vivir para el mundo." Luego bajé mi mirada de nuevo a esa vieja Biblia. Tenía temor que se iba a avalanchar contra mí. Cuando la miré de vuelta, vi que le corrían las lágrimas por el rostro.
"John, ¿crees que Jesús salvaría a alguien como yo?" me preguntó.
Y yo dije: "Sí, creo que lo haría." Y conduje a mi hermana Mary al Señor. Se arrodilló allí mismo y le dio su corazón a Jesús.
Un amigo es salvado
Luego traté de hablarle a uno de mis amigos con el cual solíamos salir de parrandas tantas veces. Al principio tenía temor de hablarle porque sabía que era un tanto alocado. Pero en realidad tenía temor de decirle que le había dado mi corazón a Jesús.
Después de haber sido salvado, me pidió que saliera con él un sábado por la noche. Y yo le dije: "No, Ben, no voy a salir contigo."
"¿Por qué no?" me preguntó. "Salimos cada sábado por la noche. Ya lo sabes."
"No lo voy a hacer más," le contesté más bien tímidamente.
"Sí, lo harás," me dijo, riéndose. "Saldrás conmigo."
"No, no lo haré," dije yo, mirándolo esta vez directamente a los ojos.
El me miró y comenzó a reírse aún más fuerte. "Ya se que te pasó—te has convertido en uno de esos cristianos."
Y cuando se rió, algo se levantó dentro de mí. "Sí, Io hice. Y no saldré más contigo. Estoy en camino con
Jesús ahora." Me di vuelta y me fui.
Entonces comenzó a seguirme por todas partes.
Solía venir al cine donde yo trabajaba y me acompañaba a la casa. De vez en cuando trataba de hablarme de
Dios. Caminaba a mi lado y me preguntaba: "¿Vas a la iglesia?" Y yo diría: "Si." Y seguiríamos caminando.
De pronto preguntaría: "Bueno, ¿qué hacen ahí?"
Y yo le diría: 'Tenemos un culto."
Cada día caminábamos juntos a nuestras casas, cruzando por un baldío vacío que daba a un callejón detrás de su garaje. Cuando llegábamos a su casa nos despedíamos y yo continuaba el resto del camino sólo a mi casa. Pero este día particular se paró—justo detrás de su garaje. Aún lo puedo ver ahí parado. Llevaba un sombrero y un traje de petimetre. Ahí estaba parado, mirándome, y dijo en una forma casi desafiante: "John Osteen. No me voy a mover. Sé que tienes algo que yo quiero. ¡No sé lo que es y tú no me lo quieres decir, pero no me voy a mover de este lugar hasta que me digas como lo puedo obtener!" "Ben, no sé exactamente como decírtelo. Lo único que sé es que era un pecador y que necesitaba aceptar a Jesús como mi Señor y Salvador. Y Dios me salvó."
Entonces, en un instante se quitó su sombrero, se arrodilló y dijo: "Yo también dejaré que El lo haga para mí." Así es que me arrodillé al lado suyo y oramos juntamente.
Años después, Ben terminó siendo un alto oficial de las Fuerzas Aéreas en el Pentágono. Cuando volvía a casa de visita me venía a ver, y cada vez diría: "John, vayamos a ver ese viejo lugar de nuevo. Ahí es donde me arrodillé—ahí mismo—ahí es donde encontré al Señor." Y a continuación participaríamos en un glorioso momento alabando al Señor.
Mi padre es salvado
Poco después de eso, comencé a tratar de alcanzar a otros miembros de mi familia.
Mi padre nunca nos llevó a la iglesia. No recuerdo nunca que mi padre me haya llevado a la iglesia, ni una vez. Mi madre me llevó varias veces. Eso es algo muy triste. No lo digo en una forma derogatoria pero es la verdad. Mi padre no conocía a Dios. Nunca nos habló de Dios. El fue bueno con nosotros, un buen padre, pero nunca nos habló de Dios. Nunca conoció al Señor Jesucristo. Cuando yo fui salvado, cuando le di mi corazón a Jesús, sabía que mi padre estaba perdido y que iría al infierno. Yo sabía que él, por su propia cuenta, no estaría interesado en Dios, así es que decidí que iba a orar por su salvación. Estaba determinado de ganarlo para el Señor. Hasta le di aviso al diablo. Dije: "Diablo, no tendrás a mi padre." Oh, yo amaba a mi padre. Una de las cosas que me gustaba en él era que era más bajo que yo en estatura.
El era un pequeño holandés de cinco pies y cinco pulgadas de estatura. Era una persona preciosa, pero pérdida.
Mi padre no sabía mucho acerca de Dios o la eternidad.
Solía decir: "John, cuando me muera, estaré tan muerto como un perro. Sencillamente, tirarme en una zanja. No hay nada después de esta vida." Realmente creía eso.
Yo le dije: "Papá, si no existe nada después de la muerte, si no existes más y terminas como un perro enterrado en un pozo, dejaría de preocuparme por ti. Si eso fuera verdad, nunca más te molestaría.
"Pero, Papá," yo le suplicaba, "eso no es verdad.
La Palabra eterna de Dios declara que tú has sido hecho en la imagen de Dios. Tienes que vivir en alguna parte.
Hay solo dos lugares a donde ir—el cielo o el infierno.
Sin Jesús morirás e irás al infierno.
"No desistiré. Voy a representarte Papá. Voy a presentarme delante de Dios y creer por tu salvación."
Mi madre se había entregado al Señor, pero ciertamente teníamos una tarea difícil delante de nosotros en lo que se refería a Papá. Yo continuaba hablándole acerca de ser salvado y el solía decir: "No, yo estoy bien. Soy tan bueno como algunos de esos hipócritas en la iglesia."
Si algunos de sus familiares o amigos le han dicho eso, puede hacerles recordar lo siguiente: Si se están escondiendo detrás de un hipócrita, son más pequeños que ellos. ¡Y si no les gustan aquí, mejor será que se cercioren que van a ir al cielo; porque si no, terminarán rodeados en el infierno con todos los hipócritas por toda una eternidad!
En una oportunidad, estaba conduciendo un avivamiento en una iglesia bautista en Dallas y le pedí a mi madre que traiga a Papá a las reuniones. Ahora bien, mi madre tenía una fe muy fuerte; así es que, secretamente puso algo de ropa adicional en el auto, suponiendo confiadamente que sería salvado y bautizado durante el avivamiento.
Prediqué el viernes por la noche y el sábado por la noche y Papá ni se movió de la silla. Pero el domingo por la mañana mientras estaba predicando mi sermón, se levantó de su asiento, y caminó por el pasillo y subió a la plataforma donde yo me encontraba. Se paró al lado mío y dijo: "Voy a terminar hoy lo que comencé hace unos 20-25 años atrás. Estoy entregando mi corazón al Señor Jesucristo."
Más tarde le pregunté a Papá que quería decir con eso de "terminando lo que había comenzado" y él me dijo: "Hace años atrás, me perdí por los campos durante una tormenta de nieve. Estaba a punto de desmayarme por el frío. Me encontraba entumecido y sabía que me iba a morir congelado. No me podía mover, y clamé a Dios: 'Dios mío, si me sacas de ésta, te serviré.' Me desperté un poco más tarde caliente como una tostada
Dios me salvó la vida y yo me olvidé de mi promesa."
Nadie sabía de la promesa de Papá, pero Dios sabía. Y mi padre no lo olvidó nunca.
Oh, despertémonos. ¡Dios dijo que podemos ser salvos... y nuestra casa! Escriba una carta, haga una llamada telefónica, vaya a ver a sus seres queridos y déles su testimonio, vaya y comparta el amor de Dios, haga algo. No permita que el tiempo se le escape de las manos. Alcance a sus familiares y ordénele al diablo que los deje. Diariamente, en sus oraciones, rodéelos con amor y misericordia y llámelos al Reino de Dios.
Romanos 2:4 dice que la bondad de Dios lleva a la gente al arrepentimiento. Crea en Dios que serán salvos y que se encontrarán con usted en el cielo.
¡No desista! No se de por vencido—siga adelante.
Un día lo encontrarán en el cielo y le dirán: "Gracias a Dios que no desististe por mí. Gracias a Dios que me diste tu testimonio. Gracias a Dios que encontré al Señor porque tú no te diste por vencido. Te maldije. Te dije que me dejaras sólo. Te dije que no me interesaba lo que me decías, pero tú seguiste adelante, sin darte por vencido. Gracias a Dios que me encuentro en el cielo por ti." ¿No sería esto una cosa gozosa?
Un cordero por casa
Algunos de ustedes tal vez estén pensando: "De acuerdo, ¿pero tengo alguna Escritura en la Biblia para creer en eso—para aferrarme y hacérselo recordar a Dios—reclamarlo y creer que cada uno de mis hijos, mi esposo o mi esposa no se perderán, que serán salvados?
¿Hay forma que pueda reclamar mi casa? Oh, sería una cosa terrible ser llevado de este mundo tempranamente y dejar a sus hijos o esposo o esposa en este tenebroso mundo, perdidos y deshechos. ¿Cómo llegarán a encontrar la salvación? ¿Habrá alguien que les llegue a hablar de Jesús?
El Antiguo Testamento nos dice como Dios juzgó a Egipto cuando el Faraón rehusó obedecer la orden de Dios de liberar a los israelitas de la cautividad. Por su desobediencia, Dios mandó una plaga para destruir a todos los hijos primogénitos en Egipto.
Para proteger a los israelitas de esta plaga, Dios los instruyó a sacrificar "un cordero por casa." La sangre de un cordero sacrificado tenía que ser aplicada a los postes de las casas de cada hogar judío. Dios dijo que cuando vería la sangre del Cordero, que pasaría de largo y que la plaga no destruiría a los miembros de esa casa.
La sangre de ese cordero sacrificatorio fue lo que salvó a los familiares.
La Biblia dice en Éxodo 12:3 que tomemos "un cordero por casa." ¿Quién es ese Cordero? Cuando Juan el Bautista dijo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo," ¿de quién estaba hablando?
¡Jesús! Jesús es el Cordero de quien nos tenemos que aferrar para nuestras casas. Usted puede tomar al Cordero de Dios para toda su casa.
¿Significa eso que su niño nunca se podrá perder?
No—mil veces no. ¿Le asegura esto que su niño siempre será salvo? No. Pero es una promesa. Es una declaración, y si usted la reclama, si se aferra a ella, atreviéndose a hacérsela recordar a Dios—si llega a subir la escalera celestial al lugar donde la sangre fue asperjada en los cielos y dice: "Padre, Tú has dicho que puedo tener un cordero por mi casa. Jesús es ese Cordero.
Tomo el Cordero por mis hijos, mi esposo, mi esposa, toda mi casa y los reclamo para Dios"—Dios escuchará su oración.
Yo creo que el Jesús que lloró por Jerusalén, sabe que no podemos ser felices sin saber que de alguna manera podemos reclamar a nuestras familias. Y es por eso que creo que El escribió indeleblemente sobre las páginas de Escritura Sagrada que puede haber un cordero por casa. Y no importa cuan lejos ha errado ese hijo o hija en el pecado, cual tenebrosas pueden ser sus vidas, puede haber una mamá o un papá que se aferrarán de Dios y dirán: "Un cordero por casa." Y Dios obrará.
Reclamando un cordero por su familia
Hay un hombre en mi iglesia cuya madre se preocupó y preocupó sobre su hijo porque no vivía para Dios. ¿Se dio por vencida esa madre? No, reclamó la promesa de Dios y tomó un cordero por su casa.
Presentó esa promesa ante Dios y dijo: "No importa lo que sea necesario, Dios mío, tráelo a Ti." Esta es la forma como deberíamos orar. "No importa lo que requiera, que el Cordero de Dios traiga a mis hijos, mi madre, mi padre, mi esposo, mi esposa, mi casa a Dios.
Los reclamo para mi Dios." Hoy, ese hombre está sirviendo al Señor—y todo, porque su madre reclamó un cordero por su casa.
Hágale recordar su familia a Jesús—lleve su familia a Dios. Yo no sé lo que hace usted como padre o madre, pero muchas veces cuando mis hijos vivían en nuestra casa, iría a sus habitaciones durante la noche cuando estaban durmiendo y oraba que el precioso Espíritu Santo de Dios y Sus ángeles permanecieran cerca de ellos, que Dios les hablara y que continuara librándolos del mal del mundo. Estoy agradecido que mis hijos no desean al mundo—son buenos hijos.
Deleita al corazón de un padre de ir adonde sus hijos duermen y orar y tomar un cordero por su casa.
No dude de Dios cuando presente sus hijos a Dios. No permita que el diablo le llene el corazón de temor. No existe un diablo dentro o fuera del infierno que pueda robar a uno de sus hijos. Ellos servirán a Dios porque usted ha tomado un cordero por su casa. Reclame las promesas de Dios y aférrese a ellas—no dude, no vacile— suba hasta Dios donde la sangre asperjada del Cordero de Dios fue aplicada al trono de misericordia y diga: "Padre, yo tomo ese Cordero—Tu Hijo—no solamente para mi mismo sino para mi casa." Y el Dios que creó los mundos, comenzará a obrar. El comenzará a obrar a favor de sus hijos.
Sus hijos pueden ya ser viejos, o tal vez la comunicación entre ustedes se haya roto hace tiempo y no sabe ni donde se encuentran. Pero Dios sabe. Y El hará todo lo que sea necesario para traerlos a El, si usted toma un cordero por su casa, reclama las promesas de Dios, y cree y tiene fe en El.
Una familia entera salvada
En una oportunidad me encontraba en el hospital, donde se me estaban haciendo ciertas pruebas y tuve la oportunidad de dar testimonio a un hombre que iba a tener una operación del corazón. Se acongojó y lloró cuando le dije del maravilloso amor de Jesús por él.
Luego oramos juntamente para que reciba a Jesús como Señor y Salvador.
Después, durante la tarde, volvió a mi habitación del hospital con su esposa. Ella también fue gloriosamente salvada.
El próximo día, el día antes de la operación, volvió de nuevo con su hija mayor. Yo le pregunté: "¿Conoce a Jesús?" Y ella respondió rápidamente: "Oh, sí, pero casi toda nuestra familia está en la habitación de Papá y quisiéramos que venga y hablé con ellos. No todos son cristianos." Vea usted, Dios quiere un cordero por casa.
Les dije: "Ustedes vuélvanse ya y yo vendré dentro de un ratito."
Al rato fui a ver a ese hombre—su habitación estaba repleta de niños y parientes. Cerré la puerta detrás mío y comencé a relatarles como el Señor me salvó a mí.
Luego les miré a cada uno a los ojos y les pregunté: "¿Conoce al Señor? ¿Está realmente salvado?" Tres o cuatro no conocían al Señor. Así es que empecé a decirles como ser salvos.
Uno a uno, derramando lágrimas, aceptaron a Jesús como su Salvador. Y luego, mientras nos encontrábamos en ese momento santo, empezamos a cantar: "¡Asombrosa gracia, que dulce el sonido, que salvó a un desdichado como yo! Una vez perdido, pero ahora fui encontrado—ciego una vez, pero ahora veo." ¡Oh, Jesús era tan real!
En cuanto comenzamos a cantar, la puerta se abrió y el hijo mayor-un muchacho alto, grande y fornido— entró con su esposa y su hija adolescente. Y en cuanto los vi, el diablo me susurró al oído: "Déjalo tranquilo— ya terminó todo. No necesitas comenzar de nuevo con todo esto con él." Pero Jesús dijo: "No, no lo dejes fuera." Así que, le dije brevemente lo que estábamos haciendo y por que estábamos cantando.
Me volví a la esposa y le dije: "¿Es usted cristiana?"
Y ella contestó: "Oh, sí, yo conozco a Jesús."
Luego le pregunté a la hija adolescente: "¿Eres cristiana?"
Y ella respondió: "Oh, sí, yo conozco a Jesús."
Luego lo miré directamente a los ojos a ese gran y fornido hombre y pregunté: "¿Conoce al Señor?"
"No," me contestó. "Estoy perdido. No soy cristiano."
"Jesús trató con su corazón muchas veces, ¿verdad?"
"Oh, sí."
"¿No quisiera abrir su corazón, como estos lo hicieron, y entregarle su corazón a Jesús?" le pregunté.
Me agarró de la mano y comenzó a llorar, diciendo: "Sí, oh, sí. Quiero ser salvado." Y así, el círculo se completó. Jesús bendijo a esa familia, salvando a cada uno de ellos.
Rescate su familia
Mis hermanos, no podemos dar por descontado a nuestras familias. Tenemos que reclamar a un cordero por nuestra familia. Tenemos que creer que dondequiera se encuentren—no importa en que pozo infernal se encuentren tal vez—que podemos reclamarlos para Dios.
Dios no olvidará una oración de un padre o de una madre y esas oraciones van a acompañar a sus hijos—en alguna parte a lo largo del camino de la vida, Dios contestará esas oraciones. El Dios que no puede mentir nunca los abandonará.
Hay una canción vieja que dice: "Había noventa y nueve que se encontraban salvos dentro del refugio del rebaño. Pero uno estaba allí afuera en los montes, muy alejado de las puertas de oro...Y a través de las montañas y de las laderas rocosas, se levantó un grito de gozo a las mismas puertas del cielo: '¡Regocijaos, he encontrado a Mi oveja!'"
Dios buscará a su hijo, su hija, su madre, su padre, su esposo, su esposa. El irá por las montañas. El irá por los valles. El contestará su oración. El no puede flecharse atrás de Su promesa.
Tome un cordero por su casa. Reclame a sus hijos, sus familiares para Dios. No entregue a su hijo, su hija, su familia al diablo. No lo haga. Escale mucho más allá de las estrellas y pase por las puertas perladas, camine por las calles de oro, al lado del glorioso río, y preséntese diariamente delante del trono de Dios. Diga: "El Cordero de Dios es para mi casa—para mi esposo, mi esposa, mis hijos. Dondequiera estén, oh, Dios mío, captúralos.
No importa lo que requiera, tráelos."
A veces decimos: "Mi hija es demasiada mala, mi hijo es demasiado malo. Mi papá ya está demasiado perdido y en camino al infierno. Mi pariente está demasiado atado a las drogas—es demasiado tarde."
¡Pero con Jesús, nunca es demasiado tarde! La segunda de Pedro 3:9 dice que Dios no quiere que nadie perezca, sino que todos alcancen el arrepentimiento. ¡NUNCA ES DEMASIADO TARDE!
Tal vez se pregunte: "¿Escuchará Dios la oración de un pecador?" Seguramente, Dios escuchará la oración del pecador. Es así como me escuchó orar a mí cuando le pedí que me salvara.
Deberíamos estar lo suficientemente preocupados para decir: "¡No! No voy a permitir que el diablo tenga a mi hijo. No voy a permitir que el diablo tenga a mi hija. No voy a permitir que el diablo tenga a mi esposa.
No voy a permitir que el diablo tenga a mi esposo."
¡Oh, mi amigo, no se de por vencido! No se de por vencido. USTED ES LA LLAVE PARA ALGUIEN.
Usted puede rescatar a sus familiares. Tomarlos de vuelta del enemigo. ¡No permita que el diablo los tenga!
No sé acerca de usted, pero yo estoy determinado que seré la llave para mi familia y para muchos otros.
No permitiré que se vayan al infierno.
Tiene que comenzar a preocuparse por sus parientes— no estoy hablando de sentirse un poco preocupado— tiene que clamar a Dios por ellos. Estoy hablando de intercesión—alguien capaz de clamar por aquellos que no están bien con Dios. En la Biblia Amplificada, dice en Job 22:30: El rescatará a aquellos por los que intercedas, a pesar que no sean inocentes.
¡Únicamente los culpables necesitan misericordia! ¿Va a dejar que poderes demoníacos destruyan a su cónyuge, su niño, su pariente, su amigo? Usted tal vez sea la única persona que llegue a orar, que llegue a preocuparse. ¡Oh, sacúdase! Acérquese a Dios. ¡No se de por vencido! No los abandone a los poderes demoníacos.
Incalculables legiones—millones de demonios—han sido desatados sobre nuestra generación. Ninguna otra generación ha sido tan sujeta al poder maléfico de las drogas y el alcohol, arruinando las mentes y los porvenires de la gente. Muchos de nuestros parientes han caído presos de esa confabulación diabólica. Parecería que el diablo está prevaleciendo en todas partes. ¿Existe una respuesta?
El mundo le dice a la gente que vaya a este doctor o a aquel doctor, que tome esta píldora o esta otra píldora.
¡Deberíamos decirle a la gente acerca de la única píldora para tomar—"el Evangelio"! Jesús dijo en la Gran Comisión: A los que creyeren les acompañarán estos prodigios (Marcos 16:17). Y el primer prodigio que acompañará al creyente es: En mi nombre arrojarán los demonios (versículo 17). El no dijo de rogarles que salgan, o invitarlos a que salgan. El Dijo: Ved que os he dado poder de pisar serpientes y escorpiones, y sobre toda acechanza del enemigo, sin que nada os dañe (Lucas 10:19). ¡Se supone que usted arroje a los demonios en el Nombre de Jesús!
Deberíamos alzamos y usar el poder del Nombre de Jesús y echar al diablo de nuestros hogares, nuestros hijos, nuestros parientes.
Al diablo no le importa cuantos títulos universitarios pueda tener usted. Yo soy un ministro ordenado, pero los diablos nunca me preguntaron si estaba ordenado.
Tengo un título de bachiller, un título de maestría, y dos doctorados, pero ningún demonio jamás me preguntó acerca de esos títulos. Todo lo que me pregunta es: "¿En qué Nombre vienes a mí?" Y yo respondo: "En el Nombre de Jesús." Y es eso lo que acaba con la tarea.
¿Está destruyendo el diablo a su padre? ¿Está destruyendo a su madre? ¿Está destruyendo el diablo a su cónyuge? ¿Está destruyendo a su tía, su tío, su hijo, su hija? Bien, usted puede hacer algo al respecto. Usted puede usar el Nombre de Jesús y arrojar al diablo fuera.
Con paciencia heredamos las promesas ¿Oró alguna vez y parecía que Dios se fue al otro lado del cielo, se sentó allí, y lo ignoró? Bien, eso no significa que Dios no lo ama. Por el mero hecho que aún no ha obtenido una respuesta, no significa que no la obtendrá.
Mamas, papas, escúchenme. No se den por vencidos con su hijo o su hija. Esposos y esposas, no se den por vencidos con sus cónyuges. Tal vez, aún no hayan oído del cielo, pero Dios contestará sus oraciones. La Biblia dice: Por la fe y la perseverancia [entramos] en posesión de las promesas (Hebreos 6:12). Así que, reclame al cordero por su casa. Manténgase firme.
Habiéndolo hecho todo...sosténgase de pie. Manténgase parado. ¡No permita que lo muevan!
¡USTED ES LA LLAVE PARA ALGUIEN! No desista. Usted es la única esperanza. Usted es la única luz. Usted es la única persona. No desista con ese cónyuge, ese padre, esa madre, ese muchacho o esa joven. No importa cuan alejados se encuentren. ¡Si usted se presenta a Dios en su lugar y no desiste, el Dios de los cielos que contesta oraciones, comenzará a obrar en su favor y un día, usted los verá librados del poder del diablo y puestos en libertad!
Si usted tiene un pariente que necesita de Dios, usted puede mantenerse en la brecha por ellos, intercediendo por ellos ante el trono de Dios. Dios está buscando a alguien que se mantenga en la brecha por los perdidos (vea Salmo 106:23 y Ezequiel 22:30).
Diga esto en voz alta: "Oh, Dios, quiero que mis parientes sean librados del diablo y los poderes demoníacos.
Señor mío, vengo a Ti a favor de mis seres queridos, mis parientes, y estoy creyendo que serán librados, puestos en libertad, lavados, limpiados, perdonados, salvados, y se irán al cielo. Lo creo en mi corazón y lo confieso con mi boca, en el Nombre de Jesús."
Ahora, cierre su puño y diga: "Diablo, demonios, en el Nombre de Jesús les ordeno que levanten sus manos de mis parientes. En el Nombre de Jesús, no les permitiré que los tengan.
Ellos irán al cielo; no irán al infierno. Ellos tendrán gozo aquí sobre la tierra y no sufrirán el infierno sobre la tierra. Yo los reclamo y les ordeno que los dejen en el Nombre de Jesús. Quiebro vuestro poder sobre sus mentes, sus cuerpos y sus espíritus. Los pongo en libertad.
"Yo haré mi parte, Padre, de traerlos a que conozcan a Jesús. Gracias, Padre, están rodeados de amor y misericordia y de Tu bondad. Yo los reclamo para el Reino de Dios, en el Nombre de Jesús."
Sus seres queridos vendrán a Jesús. Serán puestos en libertad del poder del diablo y servirán a Dios el resto de sus vidas.
Algunos de ustedes no tienen a nadie que sea esa llave. No existe un amigo, una madre, un padre que se preocupe. Esto me llega al corazón. Hay miles y miles de personas que no tienen a nadie—nadie se preocupa.
No existe una sola persona que usted sepa que ore por ellos—ni un pariente que conozca a Dios. Oigo vuestros gritos que dicen: "Nadie se preocupa por mí. Estoy atormentado. Estoy perdido y nadie se preocupa. No tengo a nadie."
Pero tengo nuevas para usted hoy día. Yo seré ese alguien. Quiero que sepa que Dios lo ama—no importa como vivió en el pasado. Usted puede aceptar a Jesús como su Señor y Salvador hoy día. Quiero que ore esta oración conmigo: "Oh, Dios, yo sé que sin Jesús estoy perdido. Yo sé que sin Jesús me moriré e iré al infierno. Pero, Dios, yo no quiero ser perdido. Quiero ser salvo. Le doy la espalda al diablo y a mi forma pasada de vivir. No volveré nunca más a esa forma de vida. Me vuelvo a Ti, Jesús y te pido que entres a mi corazón. Sé mi Señor y Salvador. Dios, ahora eres más que mi Dios. Eres mi Padre celestial y yo soy Tu hijo. Me encuentro en la familia de Dios.
Gracias, Jesús, por salvarme. Amén."
¡Qué Dios lo bendiga!







Comunidad Cristiana Centro de Avivamiento
“JESUCRISTO ES EL SEÑOR”
Mz: K Lote: 11 AAHH Saúl Cantoral Huamani
San Juan de Lurigancho – Lima - Perú.

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