¿Cómo Desatar su Fe?
Por: Kenneth E. Hagin
Capítulo 1 – Tres Clases De
Confesiones.
"Porque con el corazón se cree
para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación"
Romanos 10:10.
Hay tres clases de confesiones
mencionadas en el Nuevo Testamento.
Jesús hizo una declaración muy importante en Juan 16:7-11: "Pero yo
os digo la verdad . . . Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el
Consolador no vendría a vosotros, mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él
venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por
cuanto no creen en mí; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha
sido ya juzgado".
Observe que dijo: "De pecado, por
cuanto no creen en mí". Aquí Jesús nos muestra que el pecado será
convencido por el Espíritu Santo de un solo pecado: "Por cuanto no creen
en mí". Cuántas veces no hemos exigido que el pecador confiese todos los
pecados que haya cometido, para ser salvo. De hecho, no podría confesar todos
sus pecados, por no poder recordar todo lo que ha hecho. La confesión principal
que el pecador tiene que hacer es el señorío de Jesús.
La segunda confesión en el Nuevo
Testamento es la confesión de pecados del creyente cuando éste ha perdido su
comunión con Dios. La pérdida de la comunión muchas veces causa enfermedades.
"Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que
seáis sanados" Santiago 5:15.
La tercera clase de confesión es la
confesión de nuestra fe en la Palabra, en Cristo y en Dios el Padre. Hay una
distinción importante entre los pecados de los judíos bajo el primer pacto, a
los cuales Jesús y Juan el Bautista se referían y los pecados del pecador que
nunca ha conocido a Cristo. Dice Mateo 3:5-6: "Y salía a él Jerusalén, y
toda Judea, y toda la provincia alrededor del Jordán, y eran bautizados por él
en el Jordán, confesando sus pecados".
Aquí vemos al pueblo del pacto de Dios
confesando sus pecados y siendo bautizados por Juan. Este no es el bautismo
cristiano. Jesús no había muerto aún, ni había resucitado. Juan no bautizaba en
el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; bautizaba en el nombre
del Padre. Estos creyentes eran judíos bajo la ley.
Hechos 19:18 dice: "Y muchos de
los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos".
Estos eran pecadores gentiles. No dice qué confesaban, pero se ve que
confesaban las artes mágicas que practicaban. No confesaban estas cosas para
ser salvos; ya eran salvos. Siendo salvos, les era más fácil hacerlo.
Tantas veces se hace al revés,
diciendo a los pecadores que dejen esto y abandonen aquello. Pero el individuo
tiene que aceptar el dominio de Jesús, y las demás cosas se arreglarán por sí
mismas.
Un misionero del Evangelio Cuadrado me
contó del avivamiento que nació en el Brasil en 1956, cuando 268,000 personas
fueron salvas y casi 100,000 fueron bautizadas en el Espíritu Santo. Eso sí que
es un avivamiento, y más aún al saber que el 99% de la gente era de la iglesia
católica romana.
El aludido me dijo lo siguiente:
"Habiendo pasado siete años en el Brasil, teníamos un pequeño punto de
misión con unas 37 personas en la escuela dominical. Comencé a dedicar tiempo
al estudio de la Palabra de Dios, al ayuno y a la oración. El ayuno y la
oración de por sí no trajeron los resultados; yo tuve que ajustarme al plan de
Dios. El ayuno y la oración simplemente me dieron más tiempo para esperar en
Dios.
"Mientras esperaba en Dios, no
prediqué en contra de nada. Comencé a predicar lo que decía la Palabra. Los
católicos tenían una canción que hablaba de la sangre; así que la adaptamos
como nuestra canción lema y empezamos una campaña de evangelización. Al oír la
canción, la gente nos creía católicos, y se acercaba. Cuando nos preguntaban si
éramos católicos, decíamos que sí, pero no católicos romanos. La palabra
'católico' significa 'general', y nosotros creemos que simplemente hay una
iglesia universal.
"Una señora que fue salva y llena
del Espíritu Santo dijo: 'Desde que vengo acá, la misa ya no me ayuda. Raras
veces voy. Creo que voy a dejarla. ¿Qué me aconseja Ud.?”
"La respuesta fue que hiciera
según Dios le indicara”.
"Luego dijo: 'Mire, no sé porqué,
pero ya no recibo nada de rezar delante de mis imágenes'. Ella tenía una en
cada cuarto de su casa. 'Recibo más retirándome y hablando en lenguas. A veces
pienso que me conviene tirarlas a la basura. ¿Qué me aconseja Ud.?”
"Se le dijo que siguiera lo que
creía ser la voluntad de Dios”.
"Pocos días después ella dijo que
las había tirado y había dejado de ir a misa. No tardó en ingresar a la iglesia
del Evangelio Cuadrado”.
"Nuestro deseo no es el
enfrentarnos contra nadie; sino simplemente el anunciar la verdad”.
"En 1942 leí un articulo en la
revista La Buena Nueva Pentecostal, por un pastor que había guiado a muchos
católicos a Cristo. Él dijo que nunca acusa a ningún católico de estar errado.
El discutir sobre la religión es una pérdida de tiempo. Él decía: "Busco
dónde estar de acuerdo con ellos. Les digo que creo en María más que ellos. Les
muestro en el libro de los Hechos que María fue al aposento alto y fue llena
del Espíritu Santo. Les digo que yo la seguí allá y fui también lleno del
Espíritu Santo. Al ver que María fue allí, ellos quieren ir también. No les
digo que primero tienen que ser salvos. Les digo que se arrodillen, y no les
importa arrodillarse. Entonces oramos. Les pido que primero hagan la petición
del pecador, y de allí los llevo al punto de recibir el Espíritu Santo y hablar
en otras lenguas".
En la última iglesia en que he sido pastor,
visité a un matrimonio. La mujer era creyente, pero el marido no. Le invité a
asistir a los cultos. Él dijo: "No quiero ir. Cuando voy al culto me
siento compungido".
"Esto es lo que deseamos",
le dije.
"Esta misma mañana en el desayuno
mi señora me preguntó porqué no dejaba esto y aquello para buscar la salvación.
Sin saberlo ella, los he dejado por semanas enteras, pero siempre vuelvo a
ellos".
Él no necesitaba dejar nada para ser
salvo. Porque "si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres
en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” Romanos 10:9.
Esta es la confesión del pecador que vale. Es culpable de un solo pecado ante
los ojos de Dios: De rechazar a Jesucristo como Salvador y Señor. Dios demanda
que confesemos el señorío de Jesús.
El demandar que un pecador confiese
sus pecados antes que Dios pueda hacerle una criatura nueva, es como si el
gobernador de un estado le dijera a un criminal encarcelado: "Voy a
ponerle en libertad condicional si confiesa que está en la cárcel". Es un
hecho patente. Es también patente que el pecador es un hijo del diablo. Lo que
tiene que confesar es el señorío de Cristo. Tiene que dejar que Jesús domine su
vida diaria. El confesar el señorío de Jesús es el mismo corazón del evangelio.
Observe que se ha de confesar con la
boca. La confesión tiene que ser verbal, los labios forman las palabras.
Confesar no es sólo para beneficio nuestro, sino para los que están alrededor.
En cierta ocasión, un hombre de Dallas
me dijo: "Los hombres tenemos un culto matutino de oración todos los días
antes de ir al trabajo. Hace seis meses que un hombre viene cinco días a la
semana y ora, pero aún no es salvo. Me parece que podemos ayudarle".
En una clase especial de estudios se
me presentó este hombre, y al momento supe lo que le pasaba. Durante los
testimonies le dije: "Póngase de pie y testifique y confiese que es
salvo".
Sobrecogido, miró alrededor,
tartamudeó y a fin dijo: "Pero, no soy salvo todavía".
"En la mano tiene su
Biblia", le dije. "Ábrala a Romanos 10:9-10 y lea en voz alta".
El leyó: "Que si confesares con
tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de
los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con
la boca se confiesa para salvación".
Le hice repetir la última frase:
"Pero con la boca se confiesa para salvación", y le dije: "De
cierto, Ud. no puede ser salvo a menos que confiese. Es con la boca que se hace
la confesión. Entonces, póngase de pie y confiese que es salvo".
"Pero, no me siento salvo".
"Claro que no. No puede sentir lo
que no tiene. Y no puede tenerlo hasta confesarlo".
"No tengo ganas de hacerlo”.
"Entiendo que hace seis meses que
Ud. viene a esta iglesia y ora".
"Ya lo creo. Hace seis meses que me lamento y arrepiento".
“Todo lo que le falta es apoyarse en
este versículo. Póngase de pie y confiéselo".
"Bueno, creo estos versículos,
que Jesús murió por mis pecados y que fue levantado de los muertos. Dios le
levantó para justificarme, y así le acepto como mi Señor y le confieso como mi
Señor".
Se sentó abruptamente. Más tarde me
dijo que cuando lo confesó, algo pasó dentro de él.
"Si", le dije, "la vida
eterna fue dada a su espíritu".
Mateo 10:32-33 dice: "A
cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le
confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me
niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que
está en los cielos". Tiene que haber una confesión pública, porque así se
rompe con el mundo. Es un cambio de señorío; lo cual define nuestra posición.
La confesión del señorío de Jesús nos pone inmediatamente bajo Su vigilancia,
cuidado y protección.
La segunda clase de confesión es la
del creyente cuando ha perdido su comunión con Dios. En el momento en que
pecamos perdemos nuestro testimonio. El pecado apaga la luz. La fe tiembla en
la oscuridad de la comunión perdida. En el Salmo 137 tenemos una figura de la
comunión perdida. Israel había pecado y se hallaba en cautividad. Se acordaron
de Sion, y colgaron sus arpas sobre los sauces. Cuando sus enemigos les
pidieron un cántico, se lamentaron, "¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en
tierra de extraños?" Salmo 137:4.
He aquí un cuadro de la comunión perdida. La fe no tiene canción cuando
la comunión se pierde.
En 1°Juan 1:3-7 leemos: "Lo que
hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis
comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con
su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea
cumplido. Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es
luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él,
y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos
en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de
Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado".
Nótese que la palabra
"comunión" se menciona cuatro veces en estos versículos. Estas
palabras no están escritas para el pecador. Están escritas para el creyente:
primero, para amonestar que no se pierda la comunión; y segundo, para mostrar
cómo volver a tener la comunión. Si decimos que tenemos comunión con Él, y
andamos en tinieblas, Él dice que mentimos. Es decir que si no estoy en comunión
y digo que estoy bien, falto a la verdad. Si digo que no he cometido pecado y
sin embargo, no hay comunión, será que mi fe es débil. Entonces dice Él que si
confieso mis pecados, Él es fiel y justo para perdonar mis pecados y limpiarme
de toda maldad.
Si Ud. ha pecado, lo sabe. Si no lo
sabe, no busque nada para condenarse. Cuando persiste en condenarse, Ud. se
roba a si mismo de fe. Cuando peca, lo sabe. Tenemos por dentro un monitor que
nos dice cuando hacemos mal. Si Ud. ha errado, no espere. Diga sin tardar:
"Señor, transgresé, perdóname". Él lo hará y Ud. seguirá andando en
comunión.
En el momento que confieso mis
pecados, Él me perdona y estoy en Su presencia como si yo no los hubiera
cometido. No necesitamos confesar nuestros pecados repetidas veces. Esto
produce debilidad, duda y remordimiento en nuestro espíritu. Una vez
confesados, Él los ha perdonado y olvidado. Luego, Ud. debe olvidarlos.
"Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi mismo, y no me
acordaré de tus pecados" Isaías 43:25. Si Él no recuerda aquello que
quebrantó su comunión, ¿porqué quiere recordarlo Ud.? No es Dios quien le
condena. Es Satanás tratando de acusarle. En Hebreos 8:12 leemos: "Porque
seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus
iniquidades".
He oído a algunos decir: "No sé
si el Señor me sanará o no. He pecado. He fracasado". Pero Dios ha dicho:
"Seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y
de sus iniquidades". Si Ud. le ha
pedido perdón, Él no se acuerda que Ud. ha hecho mal.
El creyente debe tener la voluntad de
perdonarse, así como Dios tiene la voluntad de perdonarle. Muchos se han robado la fe porque no quieren
perdonarse a sí mismos. Se mantienen en un estado de condenación y les roba su
fe.
Nótese Santiago 5:14-15: "¿Está
alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por
él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al
enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán
perdonados". Al usar esta Escritura para enseñar la sanidad divina, a
veces no leemos la última frase.
Hace algún tiempo que estaba en
oración por cierto individuo que yo sabía estaba envuelto en pecado. Sabía que volvía a tropezar en cierta cosa.
En mi oración dije al Señor: "Pues ¿qué de este sujeto? Ves que ya tiene
costumbre".
El Señor me dijo: "¿Crees que yo
requeriría algo de ti que yo mismo no hiciera? Pedro dijo: Maestro, si mi
hermano peca contra mi, ¿cuántas veces debo perdonarle, hasta siete veces? Yo
contesté: No hasta siete veces, sino setenta veces siete. Lo cual es 490 veces.
¿Requeriría de ti algo que yo no haría?"
"No", le dije, "sería
injusto, y Tú no eres injusto".
"Entonces, perdonaré al
hombre", me dijo. "Sigue, y ora con él".
A veces pensamos: "Aquel ha hecho
mal. Va a cosechar el resultado de su maldad. Está enfermo ahora porque ha
hecho mal". La comunión quebrantada puede causar la enfermedad; pero el
Señor dice: "Y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados".
Algunos destruyen su propia fe. Creen
que van a permanecer en el lecho de dolor porque han pecado. Pero Dios dice:
"La oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si
hubiere cometido pecados, le serán perdonados". Hay perdón en la sanidad.
En cierta ocasión con motivo de una
convención, predicaba en estos términos. El jefe del distrito me dijo:
"Tiempo atrás no hubiera estado de acuerdo con lo que enseña Ud., pero
sucedió que estábamos edificando una iglesia. No contábamos con muchos hombres,
y las mujeres llevaban el peso de las finanzas. Teníamos un hombre, dueño de un
negocio y bien acomodado, pero él daba una miseria a la obra sabiendo bien
nuestras necesidades. Sucedió que me llamó éste por teléfono a las dos de una
madrugada. Se había roto el tobillo. Su vecino católico romano estaba con él, y
al hablar sobre el asunto de la sanidad, el vecino opinó que si yo oraba por el
accidentado, Dios lo sanaría. En mi opinión, Dios no lo sanaría, por su
infidelidad. Pero me vestí y fui a su casa. Impuse la mano en su tobillo y
dije: Dios, sánale ahora en el Nombre de Jesucristo. En mi espíritu supe que
fue sanado. Saltó de la cama y caminó bien. Volví a casa, sin entender porqué
el Señor lo sanó. Entonces el Seño me recordó la Escritura: “El Señor lo levantará,
y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”. Yo sabía que el hombre
había orado y pedido el perdón de Dios. Le oí orar: Amantísimo Dios, perdóname
todo mi mal".
El jefe del distrito siguió: "La
iglesia creció, pero cuando estalló la guerra, aproximadamente la mitad de la
membresía fue trasladada, y el estado financiero de la iglesia fue puesto a
prueba. Entonces este hombre se presentó y asumió los pagos, hasta la suma de
4,000 dólares".
Hebreos 10:1-4 dice: "Porque la
ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las
cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente
cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de
ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya
más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de
los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabrios no puede
quitar los pecados".
Vemos aquí que la sangre de los toros
y de los machos cabríos no podía quitar los pecados. Simplemente podía
taparlos. El pecado quedaba en el corazón, y con él la conciencia del pecado.
"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad".
Ud. no debe tener más remordimiento.
Dios no lo retiene; ¿porqué lo hace Ud.?
Ahora, Ud. puede ver con qué confianza podemos acudir en oración y saber
con seguridad que Él nos oye.
Capítulo 2 – La Confesión, la Llave de
la Fe.
En el capítulo anterior hablamos de la
confesión. "Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca
se confiesa para salvación" Romanos 10:10. Este texto dice, "para
salvación", pero se aplica también a cualquier cosa que Ud. recibe de
Dios. Todo lo que Ud. recibe de Dios viene de la misma manera, por fe. Con el
corazón el hombre cree para sanidad, y con la boca se hace la confesión
correspondiente. Con el corazón el hombre cree para el bautismo del Espíritu
Santo, y con la boca se hace la confesión apropiada. Todo lo que recibe Ud. de
Dios viene de esta manera.
El mismo pensamiento aparece en Marcos
11:23: "Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte:
Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será
hecho lo que dice, lo que diga le será hecho".
En este texto Jesús menciona una vez
el creer pero tres veces menciona el decir. Entonces, el Señor me habló
diciendo: "Tendrás que predicar sobre el decir tres veces más de lo que
prediques sobre el creer, porque la gente se da cuenta del creer, pero no se da
cuenta del papel que desempeña el decir.
En ninguna parte de la Biblia se enseña que si Ud. cree en el corazón
simplemente, recibirá la contestación.
La Biblia enseña que si cree con el corazón y lo dice con la boca, lo
que quiera acontecerá.
Romanos 10:8 dice: "Mas ¿qué
dice? Cerca de ti está la palabra, en tu
boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos". La palabra
de fe que tiene que estar tanto en su boca como en su corazón.
Pocos creyentes han reconocido el lugar
que ocupa la confesión. Es deplorador que al usar la palabra
"confesión", la gente siempre piense en confesar pecado, debilidad y
fracaso. Ese es el lado negativo de la confesión, pero hay el lado positivo. La
Biblia dice más del positivo que del negativo.
El diccionario dice que confesar
quiere decir declarar los pecados de uno, o profesar fe en algo. Si simplemente
vivimos en un lado de la confesión y constantemente confesamos nuestras faltas
y debilidades, nuestra vida espiritual quedará desequilibrada, y provocaremos
una conciencia de debilidad, pecado y fracaso en nuestro espíritu.
La cristiandad le llama la gran
confesi6n. ¿Qué es la confesión? Primero, es afirmar algo que creemos. Segundo, es declarar algo que sabemos.
Tercero, testificar de una verdad que hemos abrazado. La confesión es afirmar,
testificar y acatar.
Hay que saber lo que hemos de
confesar. La confesión tiene que ver con cinco cosas: Primero, lo que Dios en
Cristo ha hecho por nosotros en el plan de la redención; segundo, lo que Dios
por la Palabra y el Espíritu ha hecho en nosotros en el nuevo nacimiento y en
el bautismo del Espíritu Santo; tercero, lo que somos en Cristo Jesús para con
Dios el Padre; cuarto, lo que Jesús hace a favor nuestro ahora a la diestra del
Padre, donde para siempre vive para interceder por nosotros; quinto, lo que
Dios puede hacer por medio de nosotros, o lo que Su Palabra hará a través de
nuestros labios.
Ud. no puede confesar o testificar
acerca de cosas que no conoce. Si Ud. aparece como testigo ante un juez, es lo
que ha visto y oído en persona lo que cuenta. Su opinión no es aceptable. Del
mismo modo es lo que Ud. sabe personalmente acerca del Señor Jesucristo y
acerca de lo que Ud. es en Él, que cuenta.
Muchos conocen al Señor como su
Salvador personal. Pero ignoran los privilegios que tienen en ÉI. Cuando saben
quienes son en Cristo y aprovechan sus conocimientos, no puede haber
esterilidad en la vida del creyente.
Al estudiar la Biblia, repase el Nuevo
Testamento, mayormente las epístolas escritas a la iglesia y subraye las
palabras "en Él", "en Cristo", y "en quien".
Luego confiese: "Este es quien soy yo y esto es lo que tengo". Si lo
hace, le garantizo que dentro de pocos días la vida será otra para Ud. Voy a
darle unos cuantos ejemplos de la Biblia para encaminarle en la direcci6n a
seguir. Luego, Ud. deberá seguir por su cuenta porque no podemos mencionarlos
todos. Hay unos 133.
2°Corintios 5:17: "De modo que si
alguno esta en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas". Somos
criaturas nuevas en Cristo Jesús, no apenas pecadores perdonados, pobres,
débiles, pecaminosos, miembros sin valor de una iglesia. Somos criaturas
nuevas, creadas por Dios en Cristo Jesús.
Efesios 1:7-8: "En quien tenemos
redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,
que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia".
No estamos procurando alcanzar la redención, la tenemos. No vamos a tenerla
algún día, la tenemos ahora.
¿De qué somos redimidos? Muchos dicen,
de pecado. Este es una parte del asunto, pero hay mucho más.
La Biblia dice en Gálatas 3:13:
"Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros
maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un
madero)". Somos redimidos de la maldición de la ley. En el Nuevo
Testamento la ley siempre se refiere a los primeros cinco libros de la Biblia.
La maldición o el castigo por haber quebrantado la ley de Dios es triple: La
pobreza, la dolencia y la muerte segunda. Dios nos ha redimido de la maldición
de la pobreza. Nos ha redimido de la maldición de la dolencia. Nos ha redimido
de la maldición de la muerte espiritual.
Hay los que dicen que las bendiciones
materiales o financieras sólo se prometían a los judíos. Pero Gálatas 3:13-14
dice: "Cristo nos redimi6 de la maldición de la ley, hecho por nosotros
maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a
fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu".
La bendición de Abraham consistía de
tres partes. Primero, era una bendición material y financiera; segundo, era una
bendición física; tercero, era una bendición espiritual. En el Nuevo
Testamento, 3°Juan 2 concurre en que Dios quiere que tengamos la prosperidad
material, financiera, física y espiritual. "Amado, deseo que tú seas
prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu
alma".
Cuando descubrí esto, quedé tan
alborotado que no podía dormir. Otros versículos me venían y el Espíritu Santo
me decía: “¿No puso aquí Dios todo lo que existe? ¿No dicen los Salmos que de
Dios es el mundo y su plenitud? ¿No dice la Biblia que el oro y la plata y los
millares de animales en los collados pertenecen al Señor? ¿Para quiénes hizo
Dios todas estas cosas?"
La Biblia dice que Dios hizo el mundo
y su plenitud. Entonces creó a Adán y dijo: "Adán te doy el dominio sobre
todo ello". Le dio a Adán el dominio sobre los millares de animales en los
collados, sobre la plata y el oro, sobre el mundo y su plenitud. Entonces
¿porqué lo tiene el diablo? Adán cometió alta traición. Entregó todo al diablo,
y Satanás se hizo dios de este mundo. En el Nuevo Testamento él se llama dios
de este mundo. Pero, Jesús, el segundo Adán, vino para redimirnos de la mano de
Satanás. Romanos 5:17 dice: "Pues, si por la transgresi6n de uno solo
reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que
reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia". Según la
traducción de Weymouth: "Reinarán como reyes en vida por uno,
Jesucristo". Quiere decir que tenemos dominio sobre nuestra vida. Hemos de
dominar, no de ser dominados. Las circunstancias no han de dominarle a Ud. ¡Ud.
ha de dominar las circunstancias!. La pobreza no ha de regir y reinar sobre Ud.
¡Ud. ha de regir y reinar sobre la pobreza!. Las enfermedades no han de
regirle. ¡Ud. ha de regir sobre las enfermedades!, reinar como rey en vida por
Cristo Jesús, en el cual tenemos nuestra redención.
Además en el tercer capitulo de
Gálatas 3:29 leemos: "Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de
Abraham sois, y herederos según la promesa". El versículo 7 dice: "Sabed, por tanto,
que los que son de fe, estos son hijos de Abraham".
Gracias a Dios, ¡es mía la bendición
de Abraham!
El Señor me dijo: "No me pidas
más dinero. Tienes la autoridad en Mi Nombre, y yo he puesto todas las cosas
allí".
¿Puso Dios los animales, la plata y el
oro aquí para el diablo y sus huestes? Sabemos que Dios ama al pecador, pero
¿será que lo ama más que a sus propios hijos? No. Él puso estas cosas aquí para
Su pueblo. Él quiere que tengamos lo mejor.
Jesús vino para hacernos conocer al
Padre, y dijo: "Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas
a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas
cosas a los que lo pidan?" ¿Cuántos padres quieren que sus hijos vivan
enfermos y afligidos o faltándoles lo necesario? Ninguno de nosotros quiere
esto.
Dios nos ha hecho la provisión por
Cristo Jesús. Por eso el Señor me dijo: "No me ruegues más por dinero. Ya
he puesto oro y plata, y miles de animales en los collados. En lugar de pedir
que yo lo haga, simplemente di: Satanás, quita las manos de mi dinero. Toma lo
que necesites".
"¿Exactamente cómo lo hago
Señor?" le dije.
"Si esta semana necesitas $200,
di: Satanás, quita las manos de mi dinero. Requiero $200 esta semana".
Con temor y temblor lo probé. Dios
permite un poco de incredulidad en uno cuando no sabemos bien. Después, sí
espera más.
Cuando fui luego a una iglesia para
una semana de conferencias, dije: "Señor, si recibo lo que necesito, lo
que dices tendrá que resultar, porque la última vez que estuve aquí me dieron
sólo $60 por una semana. Voy a pedir lo que para ellos es imposible".
Luego dije: "Satanás, quita las manos de mi dinero. Requiero $150 esta
semana". Uno nunca cree por lo posible. Se cree por lo imposible. Resultó
que en vez de una semana, permanecí 10 días. Entonces dije: "Señor,
requiero $200 por estos 10 días. Y
Satanás, quita las manos de mi dinero".
En aquel entonces yo vivía en pobreza.
El pastor levantó la ofrenda como siempre, y recibí $240. Después tuve que
volver a las iglesias donde había estado, y predicarles prosperidad. Recibí de
estas iglesias doble de lo que había recibido antes, sólo por usar una llave.
¡Gracias a Dios no estoy bajo la maldición, porque Jesús me ha librado! En vez
de dolencias tengo salud, en vez de pobreza, bienes, desde que Jesús me
redimió.
Capítulo 3 – Una Confesión Positiva.
Jesús dijo: "Cualquiera que
dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón,
sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga será hecho" Marcos
11:23.
Siempre se puede saber si una persona
cree correctamente por lo que dice. Si su confesión está mal, su creencia está
mal. Si su creencia está mal, piensa mal. Si piensa mal, su mente no ha sido
renovada por la Palabra de Dios.
Nunca he podido comprender cómo uno
cree que puede recibir la ayuda de Dios sin Su Palabra. Dios opera según Su
Palabra. Debemos dar a Su Palabra la misma reverencia que le daríamos a Jesús
si Él estuviera aquí corporalmente.
Cuando yo predicaba en cierta ciudad,
un pastor que asistía a las conferencias telefoneó al pastor de la iglesia.
Entendí que se quejaba de mi sermón de la noche anterior. El pastor, mi amigo,
dijo: "Pero está todo en la Palabra, lo comprobé. Está en la Biblia".
"Nosotros no lo creemos
así".
"Pues entonces no cree la
Biblia".
"He predicado a mi manera por 25
años, y bien o mal, con la Biblia o sin ella voy a seguir lo mismo", así
terminó.
En mi siguiente campaña, una de las
maestras de escuela dominical quedó ofendida por algo que el hermano del pastor
había dicho en su sermón y se puso a llamar al pastor por teléfono. Una vez le
llamó a las tres de la madrugada.
"Hermano, ¿estaba Ud.
durmiendo?" preguntó ella.
"Claro que sí, hermana, como todo
ser inteligente a estas horas".
"¿Está Ud. de acuerdo con lo que
el hermano Hagin dijo en su sermón?"
“¿Cómo no? Tantas veces le he repetido
a Ud. que positivamente lo dice la Palabra de Dios. Soñoliento como estoy,
podría citarle 25 pasajes al respecto. ¿Cuántos pasajes podría citar Ud.?"
"Bueno, ninguno, pero simplemente
no lo acepto". "Le digo que es según la Biblia, y quiero que deje de
llamarme a estas altas horas de la noche y despertarme. No hay porqué. Puede
que Ud. no pueda dormir, pero yo si puedo. Ya le he dicho todo. Si no va a
aceptar la Biblia, nadie puede ayudarla".
"Hace 21 años que enseño en la
escuela dominical de esta iglesia, y siempre enseño de otra manera. He enseñado
a mis hijos según mi creencia, y con la Biblia o sin ella, sigo en lo
mismo". Así declaró ella.
Dios nos ha dado Su Palabra para
corregir nuestro pensar. Si mi pensar no concuerda con la Palabra de Dios,
entonces voy a cambiar mi modo de pensar.
Cuando se usa la palabra
"confesión", instintivamente pensamos en el pecado y el fallo, pero
ese es el lado negativo. Tiene su importancia, pero hay el lado positivo, y la
Biblia habla más de éste que de aquél. El confesar, como hemos dicho
anteriormente, es afirmar algo que creemos.
Dios opera por medio de nosotros por
Su Palabra que sale de nuestros labios, Jesús dijo: "Id y enseñad".
Nosotros llevamos la Palabra, y si no difundimos la Palabra, no hacemos nada. Es
inútil rogar a Dios que haga algo. Es tiempo perdido orar a Dios que salve al
perdido sin que alguien le lleve la Palabra.
Si pudiéramos hacer salva a la gente
con sólo orar, no tendríamos que enviar misioneros con la Palabra. Podríamos
con la oración meter a todos los perdidos en la Gloria. Pero el Espíritu Santo
y Dios operan sólo por medio de la Palabra.
Jesús dijo en Marcos 16:15-20: "Y
les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo;
mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que
creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en
las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los
enfermos pondrán sus manos, y sanarán . . . Y ellos, saliendo, predicaron en
todas partes, ayudándoles el Señor y confirmado la palabra con las señales que
la seguían".
Confirmó la Palabra. Dios no hizo nada
hasta que predicaron la Palabra. Las señales no siguen a ningún individuo;
siguen la Palabra. Dada la Palabra, las señales seguirán de por sí.
En el último cargo que yo tenía, me
preocupaba porque casi no seguían señales. Me encerraba en la iglesia y oraba
días enteros, diciéndole al Señor: "Pocos son salvos, sanos y llenos del
Espíritu Santo; no muchos. Casi no siguen las señales".
El Señor me dijo: "Has orado que
confirme mi Palabra con las señales que siguen. Pero no tienes más que predicar
la Palabra y lo haré. Si predicas la Palabra, seguirán las señales. Si no siguen
las señales es porque no estás predicando la Palabra".
Sobresaltado y desconcertado le dije:
"Señor, sabes que siempre he sido un partidario de la Palabra".
"Mira bien lo que predicas",
me dijo, "y ten cuidado de predicar la Palabra".
Comencé a examinar mis sermones, y a
mi pleno asombro hallé que predicaba como 60% Palabra, 30% tradici6n y 10%
incredulidad. Principié a corregir mi
manera de expresar las cosas, y a veces en medio sermón me detenía y decía:
"No, eso sería incredulidad; lo desmiento". O quizás, "Es
tradición eso; no voy a decirlo".
Algunos decían: "En el ambiente
del Evangelio Completo esto se ha dicho por 30 años".
"No es nada mas que
tradición", respondía, "y Dios no lo confirmará con una señal".
No tardamos en ver señales, y cuanto más yo predicaba la Palabra, tanto más
veíamos señales.
Para ser un creyente bien logrado, Ud.
tiene que saber lo que es en Él. Cuando lo sabe, y piensa en ello, lo cree y lo
confiesa, no hay para Ud. peligro de fallar. En el capítulo anterior hablamos
de notar las Escrituras que contienen "en Él", "en quien",
y "en Cristo". Búsquelas todas y comience a confesar: "Esto soy
yo; soy tal". Hallará Ud. que la vida le será otra.
He oído decir: "He leído estos
versículos, pero no parecen realidad en mi".
Siempre digo: "¿Los ha confesado
Ud.?"
"Sí, pero no es así en mi
vida", dijo una mujer.
"Dios dice que es".
"Si, pero yo sé que no es".
"Mire", le dije, "o Ud.
miente o Dios miente entonces. Él dice que es y Ud. dice que no es. ¿Si Ud.
dijera: mentirosa en la cara de su madre, no se avergonzaría? Ud. está
enfrentándose a Dios diciendo: Eres mentiroso, Tu Palabra es mentira, no es
así. Póngase a confesar que es así porque la Biblia lo dice".
Ella se fue, diciendo entre dientes:
"Si, pero sé que no es".
Pero ¿cómo pueden estas personas salir
victoriosas? Hay quienes se niegan a aceptar las cosas que la Biblia declara.
Algunos ni creen lo que ven acontecer. Pero lo que vale es creer, pensar según
la Palabra de Dios, confesar, hablar, decir, afirmar, atestiguar lo que dice la
Palabra de Dios; esto hace eficaz su servicio.
Hay unas Escrituras que no contienen
las palabras "en Él", "en quien", o "en Cristo",
pero dicen algo que tenemos en Él. Por ejemplo, Colosenses 1:13 dice: "El
cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de
su amado Hijo". En Él somos librados de la autoridad de las tinieblas,
porque "el cual" en esta Escritura se refiere a Dios.
También leemos en 1°Juan 4:4:
"Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el
que está en vosotros, que el que está en el mundo".
En el Antiguo Testamento hay lo
parecido en Isaías 41:10: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes,
porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te
sustentaré con la diestra de mi justicia".
En el Nuevo Testamento leemos en
Romanos 8:31: "¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién
contra nosotros?" Este es el mejor motivo de todos para no tener miedo: Él
está con nosotros y está en nosotros. A veces, procurando ayudar, decimos:
"La hora más obscura es la hora antes del alba"; o "No tenga
pena, mañana será mejor. Pero Dios nos da el mejor motivo de todos para no
tener miedo.
Repetidas veces en la Palabra de Dios
leemos: "No temas". Dios envió con los profetas el mensaje: "No
temas". Jesús dijo a Jairo, cuando éste oyó que su hija estaba muerta:
"No temas, cree solamente".
Si Dios dijera: "No temas" y
nada más, yo podría decir: " No soy capaz de ello". Pero Él dijo:
"...porque yo estoy contigo". ¿Puede Ud. creer de veras que Él está
con Ud. y sin embargo tener temor? ¡No! ¿Puede creer sinceramente que Él está
en Ud. y siempre tener temor? No, si tiene Ud. temor es porque tiene dudas de
Él.
"Si", alguien puede decir,
"pero Ud. no entiende. Soy tan débil".
Dios ha dicho: "Te daré
fuerzas".
"Si, pero no comprende Ud. Me
siento tan desamparado".
Dios ha dicho: "Te
ampararé".
"Pues, ore por mí, que siga fiel
hasta el fin".
Dios ha dicho: "Te
sostendré".
Gracias a Dios, ya tenemos la
respuesta.
La revista Time publicó un artículo
escrito por el presidente de la Asociación Médica Americana en que dijo que hay
tres cosas que muestra el antiguo médico rural que faltan en los médicos de
hoy: "La consideración, el cariño y la simpatía para con los pacientes”.
Dijo que estas tres cosas son los medios sanadores mis eficaces que tenemos.
Creo que es verdad en lo espiritual. Cuando los creyentes sinceros ven el plan
de Dios para ellos, suben a ese nivel. Ven el asunto del lado positivo, no del
negativo. Hay que predicar en pro de algo, no en contra.
"No temas, porque yo estoy
contigo". Nuestra confesión puede ser: Dios está conmigo. Mayor es el que
está en mí que el que está en el mundo. Sin temor podemos decir: "Ahora
Dios está en mí". Puede ser que Ud. haga frente a una tarea que parece
imposible. En vez de hablar de la imposibilidad, mírele y diga: "Ahora
Dios está en mí". Hallará que su confesión de fe causará que Él opere a
favor de Ud. Puede hacer frente a la
vida sin temor porque sabe que mayor es el que está en Ud. que cualquier fuerza
que pueda hacerle frente. Esta debe ser su confesión continua.
No hay fe sin confesión. La confesión
es como se expresa la fe. Como el amor, la fe es del corazón. No hay amor sin
palabra o hecho. No se puede meter en ninguno el amor, ni se puede sacarlo con
razones. Es del corazón.
La fe es del espíritu, y no hay fe sin
confesión. La fe crece con su confesión. La confesión del creyente lo localiza,
y fija los linderos de su vida. No puede Ud. realizar más que lo que dice. Si
dice que no puede, entonces no puede. No saca nada. Pero si dice que puede,
entonces puede.
La mayor parte de los creyentes son
débiles, aunque serios, porque nunca han osado hacer una confesión de lo que
son en Cristo. En primer lugar tiene Ud. que entender cómo Dios le mira, y
luego confesarlo. Esta verdad fue escrita a la iglesia, mayormente en las
epístolas. Entonces sin recelo confiese lo que la Palabra dice que Ud. es en
Cristo. Haciendo esto su fe se robustecerá. La fe queda ahogada y encadenada
por falta de valor para confesar lo que Dios dice que es Ud.
Acuérdese que la fe nunca crece más
allá de su confesión. Su confesión diaria de lo que el Padre significa para
Ud., de lo que Jesús hace ahora a la diestra del Padre a favor de Ud., y de lo
que Su poderoso Espíritu Santo hace en Ud., le asegurará una salida y positiva
vida de fe. No temerá ninguna enfermedad. Hará frente a la vida sin temor, como
un vencedor. Nunca será un vencedor hasta confesar que lo es. Si espera hasta
que sea un vencedor para creerlo, está equivocado. Hay que confesarlo primero,
para llegar a serlo. Las confesiones de fe crean la realidad.
Capítulo 4 – La Confesión Debida,
Puerta a lo Sobrenatural.
La Biblia contiene los pensamientos de
Dios, y como por supuesto, Sus pensamientos son distintos de los de los
hombres. La Biblia dice en Isaías 55:8-9: "Porque mis pensamientos no son
vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, dijo Jehová. Como son más altos los
cielos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos".
Con la mente natural Ud. no siempre
entenderá lo que dice la Biblia, porque su mente no ha sido renovada; sin
embargo, lo escrito es verdad. Su Palabra funciona por el hecho de confesarla y
también de usarla en oración, porque en Marcos 11:22-24 leemos: "Tened fe
en Dios (o la fe según Dios). Porque de cierto os digo que cualquiera que
dijere ... y no dudare en su corazón, sino creyere ... todo lo que pidiereis
orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá".
Otra traducción lee así: "Por eso
les digo que cuando oren, confíen y tengan la seguridad de que se les concede,
dirán: Es mío, lo tengo".
Cuando Ud. entre en este estado, le
acontecerán las cosas más grandes de su vida. La razón y los cinco sentidos
físicos contestarán cada paso para impedir que Ud. entre en este ambiente,
porque si la mente natural no ha sido renovada por la Palabra, quiere detenerle
en lo natural. Pero hay un estado espiritual que alcanzar.
El Señor me dijo en cierta ocasión:
"Muchos apenas han rozado el mundo espiritual. Lo prueban un poco al ser
llenos del Espíritu y al hablar en lenguas. ¿Porqué no seguir más adelante? Sí,
hasta profundizar en mis cosas. Entonces todo deseo les será otorgado y gozarán
de la plenitud de Dios".
La confesión indebida es una confesión
de derrota y de la supremacía de Satanás. El hablar de cómo lo tiene el diablo
estorba, de cómo roba de su éxito, de cómo lo tiene enfermo, es una confesión
de derrota. Semejante confesión glorifica al diablo. Nuestra confesión debe
testificar de una verdad que hemos abrazado, y afirmar algo que creemos.
Me acuerdo de una mujer que dijo en
una reunión: "El diablo me ha perseguido esta semana entera, bendito sea
su santo nombre”.
Yo sé que se turbó y que no quería
alabar al diablo, pero con hablar de lo que hacía el diablo, ella le glorificó.
Cuando habla de lo que Dios ha hecho, ¿no le glorifica? Del mismo modo, si
habla de lo que hace el diablo, lo glorifica a él.
Una vez escuché a cierto misionero de
América Latina. Aunque hay persecución dura de parte de los católicos, aquél
contó sólo lo bueno, sin una palabra de la persecución. Su relato fue el
siguiente:
“Teníamos anunciada una campaña con
orador. Alzamos una carpa en un pueblo grande. Un joven ya salvo y lleno del
Espíritu Santo hacía seis meses, me ayudó a arreglar la carpa, las luces, las
sillas, todo. En eso llegó la noticia de que el orador no podía venir. Este
joven dijo que se sentía llamado de Dios a predicar, y que él tomaría su
puesto. Yo prediqué la primera noche, pero entonces tuve que ausentarme. Dejé
el cargo por tres semanas con este joven sin experiencia. Cuando volví hallé la
carpa repleta de gente. Quinientos habían sido salvos, llenos del Espíritu
Santo y bautizados en agua. Se había formado una iglesia de 500 miembros".
Este misionero contó casos buenos en
todo su mensaje sin mencionar ninguna prueba. Sólo contó lo que Dios hacía. Más
tarde se le preguntó si nunca había sufrido como otros misioneros de la misma
región. Este dijo: "No me gusta hablar de lo que hace el diablo. No es de
Dios, es del diablo, y no quiero hacerle propaganda al diablo".
Así que una confesión indebida
glorifica al diablo. Semejante confesión le seca a Ud., destruye su fe, lo
tiene en prisiones. Pero la confesión de sus labios que sale de la fe de su
corazón absolutamente derrotará al diablo en todo combate. Con la boca o va a
dar a Dios el dominio sobre Ud. o lo va a dar a Satanás.
Para ser salvo Ud. confiesa el señorío
de Jesús. Confiesa Su dominio sobre Ud., y Él comienza a reinar y regir en su
vida.
Pero cuando confiesa que Satanás puede
estorbarle, aunque Ud. sea creyente, le está dando a Satanás el dominio sobre
su vida. Él es el dios de este mundo y entrará de pronto porque se lo permitió
Ud. Puede ser un permiso en ignorancia o inconsciente, pero permiso sin
embargo. Y cuando Satanás tiene dominio sobre Ud., se llenará de debilidad y
temores. Así que, no confiese sus temores.
"Si, ¿pero qué si tengo
temores?" dirá alguien.
En realidad no tiene temor porque Él
le ha dado un espíritu no de temor, sino de poder, y de amor y de una mente
sana. El temor no viene de dentro de Ud., sino que viene de afuera. Es del
enemigo. Ud. tiene un espíritu de poder; entonces dígalo. Y cuando lo confiese,
comenzará a dominarle a Ud.
En una de mis conferencias una señora
me dijo: "Voy al manicomio para traer a mi hermana. No está muy
desequilibrada, pero necesita estar bajo vigilancia. Suelen dejarle ir a casa
por unas dos semanas cuando quiero llevarla. Creo que esas conferencias pueden
ayudarla".
Yo no oré por esta mujer durante estas
dos semanas, pero al escuchar la Palabra, su mente se aclaró. No tuvo que
volver al hospital; los médicos le dieron de alta. Había confesado vencimiento,
temores y dudas, los que habían pasado a ser parte de ella. En nuestras
conferencias comenzó a confesar lo positivo y fue sanada.
Animada por esto, otra mujer invitó a
su vecina, quien estaba trastornada y en vísperas de ser admitida a un hospital
para enfermos mentales. Ni ella ni su esposo eran salvos. Asistió varias
mañanas y a la semana fue salva, sana y llena del Espíritu Santo. Podía ya
vivir una vida normal.
Prediqué en la misma iglesia después
de cinco años, y allí estaba aquella mujer, su esposo ya salvo. Hay
enfermedades tanto mentales como físicas, y Dios puede sanar ambas. Pero
tenemos que aprender a oponernos al enemigo. La Biblia nos instruye:
"Resistid al diablo y huirá de vosotros".
Siempre he tratado el temor como si
fuera espíritu, porque la Biblia dice que no nos ha dado Dios espíritu de
cobardía, un espíritu malo. El temor lleva en sí castigo, y por cierto no es
bueno. Si estoy tentado a temer, digo: "Temor, te resisto en el Nombre de
Jesucristo. Me niego a tener temor". Las primeras veces, me costó una
lucha porque el temor buscaba la forma de ganarme. No obstante, habiéndolo
practicado ya años, el diablo siempre corre cuando oye mi voz.
Si Ud. se enoja fácilmente, al ceder
al enojo el diablo puede entrar. Cuanto más da lugar al enojo, más crecerá
éste, tomando control sobre Ud. Pero cuanto más lo resista, más fácil se
volverá dominarlo. Al empezar a dominar su genio, habrá una lucha. Pero cada
vez que gane la victoria, se hará más fácil la próxima vez. No se madura
espiritualmente de la noche a la mañana. El crecimiento espiritual se parece al
crecimiento físico. Al poner en práctica la Palabra de Dios, crecemos
espiritualmente.
Lo mismo pasa con las dudas. No
confiese Ud. sus dudas. No le conviene abrigar dudas, como no le conviene
poseer ninguna droga. Es del diablo. Las dudas son cosas de contrabando. Las
dudas son tan perniciosas como las drogas, y si son malas, no tenemos nada que
ver con ellas.
Muchos creen que muestran la
sinceridad cuando confiesan que tienen temores o dudas. Pero si es Ud. salvo,
no hay porqué estar lleno de dudas. Confiese de una vez quién es Ud. en Cristo.
Es Ud. creyente, una criatura nueva. Dígalo, créalo, piénselo.
Siendo tentado, como ninguno queda
exento de la tentación, puede resistir al diablo, y él huirá de Ud. Niéguese a dudar y temer en el Nombre del
Señor Jesucristo, y estos molestos gemelos del enemigo le dejaran. Pero si los
consiente, le vencerán.
No hay que jactarse de que el diablo
le haya tentado a dudar. Debe avergonzarle hablar que está lleno de dudas y es
tentado a robar. Bien sabe que es malo mentir o robar, pero es también malo
dudar. Es inútil discutir sobre cuál es peor, porque también malo no es para
nosotros. Hablar palabras de duda es lo mismo que decir palabras de blasfemia.
Es el lenguaje del diablo. Deje el lenguaje del diablo y use el lenguaje de
Dios. Dios es un Dios de fe. Somos hijos de fe de un Dios de fe.
Ud. no tiene que dudar, ya que es un
creyente, y no un incrédulo. Persista en creer. Acuérdese que su confesión del
poder de Satanás para robarle de su éxito le da el dominio sobre Ud. La
confesión de sus dudas da al dudar el dominio sobre Ud. y las dudas se
aumentan. Su confesión de temor da al temor el dominio sobre Ud. y sus temores
aumentan. Más y más le esclavizan al enemigo. Pero si con denuedo confiesa el
cuidado y la protecci6n de su Padre y la Palabra de Dios, sin falta saldrá por
encima de la influencia de Satanás.
Cuando confiesa Ud. sus dudas,
temores, debilidades y dolencias, abiertamente confiesa que la Palabra de Dios
no es verdad. La Biblia declara que por las heridas de Cristo fue Ud. sanado,
1°Pedro 2:24. Si en lugar de confesar que Él ha llevado sus enfermedades, Ud.
confiesa que aún las tiene, siempre las tendrá. Pero cuando se ponga a confesar
que Él ha hecho algo, que Él se las ha llevado, entonces acontecerá. Tantas
veces aceptamos el testimonio de nuestros cinco sentidos en vez de aceptar el
testimonio de la Palabra de Dios.
¿Qué dice la Palabra de Dios? Hay que
apelar a ella en todo asunto. ¿Qué dice Dios de las enfermedades? En Mateo 8:17
dice: "Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras
dolencias". Su propia voluntad y su creencia influyen mucho. Si Ud. no
cree o no quiere ser sanado, Dios no le obliga a ello. Ud. tiene parte en ello.
Dios no sobrepasa su voluntad.
Mirémoslo según el punto de vista
humano. El médico no se adelanta a recetar sin que el paciente le busque. Se
requiere la cooperación. El médico puede dar una receta, pero si el paciente le
busca. Se requiere la cooperación. El médico no puede ayudarle sin su
cooperación, ¿cómo puede el Médico Celestial ayudarle?
Dios opera según ciertas leyes, e incluso
aquellos a quienes da el ministerio de la sanidad no obligan a nadie. Tiene que
haber cooperación. Muchos han pensado que si alguien hiciera la oración de fe
por ellos, serían sanados, creyendo o no ellos. Si recibiera Ud. la sanidad por
la fe de otro, no sería duradera. He visto a gente ayudada por un tiempo, pero
si Ud. va a recibir una ayuda permanente, tiene que ejercer su propia fe. Tiene
que practicar la Palabra de Dios si quiere que resulte. Mientras persista en
conservar su debilidad, enfermedad y dolencia, las tendrá. Puede buscar algún
hombre de fe, que ore con fe, pero no resultará porque la incredulidad de Ud.
destruye la eficacia de su fe. Es verdad que creyentes recién nacidos pueden
ser llevados un tanto por la fe de otros. Pero llega el momento cuando siguen
solos. Por eso algunos reciben la sanidad para perderla. Han estado en
presencia de la fe múltiple, pero cuando se hallan solos, Satanás se aprovecha
de su incredulidad y la enfermedad vuelve.
El creyente que persiste en confesar
sus pecados y su debilidad, está depositando la debilidad, el fracaso y el
pecado en su ser interior. Si pecamos, cuando lo confesamos, Él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad, 1°Juan 1:9. Hecha
esa confesión, no la recuerde más. No es historia pasada, porque la historia
pasada puede recordarse. Después de la confesión, es como si Ud. nunca hubiera
pecado. Si Dios no los tiene en la memoria, ¿para qué tenerlos Ud.? Es falta de
cortesía de su parte el recordárselo, ya que Él le ha dicho que no se acuerda
que Ud. haya pecado.
Este es el porqué tantos no tienen fe.
La pierden hablando, porque en sus oraciones sacan todo pecado y todo error
posible. Terminan sin fe al mantenerse bajo condenación, haciendo la confesión
indebida.
¿Qué debe Ud. confesar? Confiese lo
que Dios dice de su error. Confiese que Él le ha perdonado y limpiado y que se
ha olvidado de ello. Y confiese diciendo: "Gracias a Dios, yo lo olvido
también. Estoy ante Él como si nunca hubiera hecho mal". Si el diablo
trata de traer este pecado a su atención, diga: "Sí, lo hice y malhecho
fue; pero 1°Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Sí, Él me ha
perdonado, y le doy las gracias".
Al principio puede ser que no sienta
nada, pero persista en ello. Ya que había tomado la dirección equivocada por
tanto tiempo, puede que le sea un tanto difícil, pero pronto se sentirá bien.
Así se hace la confesión debida. Así se cree la verdad. Así se piensa lo
correcto. No valen las oraciones hechas a su favor si Ud. procede en contra de
la Palabra; la Palabra no puede aprovecharle. Pero cuando se pone de acuerdo
con ella, verá Ud. su eficacia.
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